Han pasado 20 años desde que usábamos una videocassette de 3 horas para grabar un día entero de CCTV con 8 o más cámaras de vídeo usando un multiplexor. Ni que decir tiene que la calidad resultante de ese «invento» dejaba mucho que desear cuando había que identificar a alguien en una grabación, pero hacia su trabajo y nos reíamos de las series de TV normalmente norteamericanas, donde el técnico del CSI hacía un zoom en una imagen grabada y, después de ejecutar un supuesto «aclarado digital», era capaz de reconocer con todo lujo de detalles al sospechoso del crimen tras realizar una búsqueda por reconocimiento facial.
Qué mal rato hemos pasado en las demostraciones donde usuarios neófitos nos exigían tal nivel de detalle en las grabaciones, o cuando nuestros hijos pequeños nos daban un toque con el codo sentados en el sofá de casa viendo CSI y te preguntaban «tus cámaras también hacen eso, ¿verdad papá?»
El caso es que los años han pasado y la digitalización nos ha llevado a la alta definición y de ésta a las cámaras de 4K y más. Claro está que ahora sí podemos hacer un zoom y reconocer al malo de la película. Además, la evolución en las técnicas de compresión de vídeo nos permiten transmitirlo y grabarlo «todo» a un coste más que razonable. Y aquí hemos llegado, a un punto en que todo queda registrado y es más o menos fácilmente consultable, pero ahora llegamos a la siguiente paradoja, ¿qué hacemos con tanta información y cómo la gestionamos y para qué? Y lo que es tanto o más importante, ¿con qué herramientas?
Y aquí es donde entra el videoanálisis en todas sus variantes y con todo su esplendor. Hace años que nos peleamos –con mejor o peor fortuna– con productos que prometen analizar el vídeo y nos permiten generar alertas según el contenido del mismo. Hemos sufrido productos infames –no diremos nombres– y hemos disfrutado de productos que han funcionado según las expectativas del cliente, siempre respaldados por un excelente soporte de reajuste constante para recalibrar «la máquina» a las condiciones siempre cambiantes de la escena. Nos hemos ido dando de «tortas» con la realidad que, muy tozuda ella, insiste en que los algoritmos de videoanálisis no sean suficientemente resistentes a los cambios de luz, de sombras, de objetos como plantas que se mueven al viento, o insectos que se pasean alegremente por la lente de nuestra cámara al cobijo de sus fantásticos infrarrojos.
Pero a pesar de ello, el estado de la técnica ha logrado que al menos en control perimetral los sistemas de videoanálisis sean cada vez más fiables con menor intervención del técnico de soporte. Si además forzamos la detección en base a una imagen térmica en lugar de una imagen compleja de espectro visible, mejor todavía para dar menos falsas alarmas. Cierto, cada vez es más fiable realizar videoanálisis con equipos de coste razonable, asumible por la seguridad privada en general.
Pero volvemos a lo de antes, tenemos un gran volumen de grabaciones de vídeo y queremos disponer de herramientas de búsqueda para analizar y clasificar su contenido. Además el valor de la información que se desprende de tal análisis y clasificación es enorme, ya no solamente se trata de detectar amenazas para la seguridad –que también–, sino de extraer información valiosa de las operaciones de nuestro negocio.
Este punto, el valor económico de tal información le da todo el sentido a invertir en sistemas «inteligentes», capaces de ayudarnos a sacar conclusiones valiosas para el negocio; alguien le llamó a esto de transformar datos en información que a su vez nos lleva al conocimiento, «business intelligence».
Este concepto le da todo el sentido a seguir invirtiendo en I+D para que los sistemas de videovigilancia sean cada vez más inteligentes. Que podamos convertir los datos masivos que somos capaces de registrar, mediante el estudio de ciertos patrones, en información relevante que nos ayude a tomar decisiones de negocio, en lenguaje «moderno» «Big Data», es la clave que da todo el sentido a almacenar tan ingentes cantidades de grabaciones de vídeo.
Efectivamente, ya no podemos dudar del valor de las herramientas de videoanálisis porque hemos llegado a un punto de no retorno, ya no estamos frente a un «accesorio» de un sistema avanzado de CCTV, estamos frente a una potente herramienta de negocio.